Una de mis partes favoritas de PPC :)



Natasha salió nerviosa del cuarto y pensó en escapar en cuanto sus ojos se posaron en la puerta principal, pero seguramente él la encontraría. Siendo policía lo que menos le costaría sería investigar el paradero de una persona, y habiendo pasado ya tiempo con ella no le costaría ni un ápice reconocerla.
Caminó de lado a lado del recibidor y sintió su estómago quejarse con un crujido que resonó en toda la estancia. Hugo, si no recordaba mal, había dicho que podía comer y además a nadie se le negaba un poco de pan ¿no?
Buscó por cada puerta de la casa hasta que por fin dio con la cocina y entro. Era una habitación de grandes dimensiones con electrodomésticos en color plata y una mesa igualmente plateada en el centro que a simple vista se veía que debía estar nueva, posiblemente porque Hugo comía en el fregadero o simplemente fuera de casa.
Se adentró despacio a través del lugar y sin saber por dónde empezar se dirigió hacia el frigorífico plateado y lo abrió. Los ojos se le iluminaron ante la visión. Había una montaña de comida y entre esas cosas, algunos de sus alimentos favoritos. De nuevo sintió ganas de llorar ante la perspectiva de no tener que discutir por el cotidiano hecho de compartir un mendrugo de pan, pan duro.
Sin pensárselo dos veces cogió una bolsa de pan de molde blanco y algunos paquetes de fiambre. El olor llenó sus fosas nasales y sintió su boca salivar. Logró controlarse y cinco minutos mas tarde tenía ante sí un suculento sandwich de tras pisos con lechuga, pavo, queso y un poco de mayonesa. Natasha se quedó mirando fijamente al plato y sonrió de manera traviesa pensando que estaba sola en aquel lugar y nadie la vería comer de manera apresurada a causa de su horrible hambre. Cogió el pan con las dos manos y abrió la boca desmesuradamente. Estaba a unos centímetros de hincarle el diente a aquel manjar cuando escuchó un ruido suave a su espalda y se asustó. Soltó en sandwich de repente y volvió la vista a su espalda. No vio nada hasta que el ruido de nuevo le llegó a los oídos y supo identificar su lugar de procedencia. En la ventana emplazada encima de la vitrocerámica había una jaula de color blanco con un precioso pajarillo del mismo blanco inmaculado de la jaula con un gracioso y llamativo pico de color naranja. Lo miró con el ceño fruncido durante unos minutos y después se acordó de la nota que le había dejado Hugo sobre la mesa:

Tú...¿Tú eres Charlie? - preguntó mirando al animal, que nada mas escuchar su voz comenzó a revolotear dentro de la jaula.

Natasha se echó hacia atrás por instinto propio al ver la reacción de aquel pájaro y se quedó mirándolo sorprendida, hasta que cayó en la cuenta de que había intentado que un pájaro le contestara:

Seré estúpida, le estoy hablando a un pájaro. Como si él me fuera a contestar. - se rió y seguidamente oyó al animal de piar.

Estaba mirándola fijamente y seguía piando como respondiendo a su pregunta. Natasha lo miró de nuevo y soltó una carcajada. Realmente era un animal muy inteligente, seguramente Hugo lo tendría amaestrado.
Tras quedarse un rato mirándolo y jugando con él metiendo y sacado los dedos entre los barrotes de su jaula, el pájaro comenzó a piar fuertemente y a abrir las alas como queriendo volar.
Natasha lo miró con la mejilla apoyada en su mano derecha y se sintió identificada con él. Ella también había sido cruelmente privada de su libertad y en muchas ocasiones había querido salir volando como Charlie estaba intentando hacerlo ahora, pero nunca había tenido la oportunidad...hasta ahora. Resultaba extraño sentirse identificada con un animal, pero eso era lo que a Natasha le pasaba.
De repente tuvo una idea. Seguramente no debería pensar en tocar nada sin el permiso del dueño de la casa, pero no pudo evitar sentir compasión por el pajarillo y sus ganas de volar libre. Sin pensárselo dos veces se levantó del taburete plateado donde había estado sentada y se puso frente a la jaula buscando el mecanismo que abriera la diminuta puerta de barrotes, tan similar a una prisión, como en la que ella había estado. No tardó mucho en encontrarlo y cuando lo hizó, tiró de la pequeña pestaña hacia afuera y abrió la puerta de la jaula de par en par dándole a aquel animalillo la tan ansiada libertad.
Esperó a que el pájaro se moviera pero no lo hizo, se limitó a permanecer dentro de la jaula sin ni siquiera pestañear.

¡Venga! ¡Vuela pequeñín, eres libre! - le instó.

Charlie siguió sin moverse y cuando Natasha ya se disponía a cerrar la jaula dándose por vencida, el pájaro salió y sobrevoló la cocina. Ella lo miró con los ojos abiertos de par en par y con una enorme sonrisa en los labios. Aquel animal tenía un vuelo precioso y a pesar de si reducido tamaño, era increíble ver el espectáculo que suponía el despliegue de sus alas

¡Sí! - Natasha aplaudió. - Muy bien lindo, ahora corre, vete. - abrió la cortina de la ventana donde había estado situada la jaula.

Natasha no pudo más que mirar boquiabierta al animal cuando este, en vez de salir volando por la ventana abierta, se posó en la encimera y fue dando pequeños saltitos hasta que se subió a su mano. Charlie agachó su pequeña cabeza y en un cariñoso gesto acarició la parte superior de sus dedos con el pico y las plumas.
Ella puso la mano con el dedo índice extendido para darle más facilidad al animal y este, como entendiendo su gesto, se subió a su dedo y comenzó a piar alegremente. Natasha sonrió ante la imagen que se estaba dando ante sus ojos y no supo que hacer, solo acercó al pájaro a su cara y lo miró expectante y emocionada. Charlie abrió un poco las alas y con sus característicos saltitos avanzó un poco hasta que quedó a pocos centímetros del rostro de Natasha, pió una vez más y unió su gracioso pico a los labios de ella.
Natasha miró al animal con los ojos abiertos de par en par por lo que acababa de pasar y tras asimilar la comprensividad del animal, que parecía saber si situación e intentaba darle consuelo, sonrió abiertamente. Extendió la mano y acarició suavemente la cabeza del animal con el dedo corazón. Charlie, contento por el contacto, cerró los ojos y frotó su cabecita contra la mano de Natasha.
Ella se quedó un rato más acariciando al animal y hablándole. Sorprendentemente el animal parecía escucharla atentamente y cada vez que se le escapaba alguna lágrima piaba y abría sus alas, no sabía si regañándola para que no lo hiciera, o simplemente para hacerla reir.
Mirando por la ventana de la cocina, que seguía abierta, vio el paisaje del lugar donde Hugo vivía. Un precioso vecindario donde lo que más destacaba era la cantidad de niños que se podía ver en la calle, bien jugando a la pelota, con sus bicicletas, o a algo tan clásico como era la comba, o el elástico. Sonrió y pensó cuánto le gustaría poder vivir en un sitio como ese. Su relación con Charlie parecía ir por buen camino y el animal tenía la capacidad de darle calma y paz en los momentos en los que preferiría salir corriendo. Pensó por un momento en lo tranquila que sería su vida ahí, pero sus pensamiento y recuerdos, como queriendo torturarla, le recordaron la razón por la que seguramente estaba allí, un policía corrupto con ganas de saldarse una deuda. Como una tonta había pensado que a pesar de su horrible experiencia a causa de su ingenuidad, quedaba personas que se compadecerían con ella y querrían ayudarla. Pero...¿a quién quería engañar? Como bien dijo alguien un día, nada en esta vida es gratis. Y estaba a punto de comprobarlo con su “salvador”




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