Pies Descalzos (Extracto)

Y allí, a la sombra de un descafeinado de máquina para ella y una leche manchada para mí, sucedió. A través de los cristales del café-bar en el que nos encontrábamos se oyó una sirena. No era una sirena de policía o ambulancia, era un ruido agudo y cacofónico que si escuchabas por largo tiempo te hacía llevarte las manos a los oídos para evitar que te reventaran los tímpanos. Ella comenzó a moverse inquieta en su silla mirando a todos lados.

– ¿Te pasa algo yaya? - le dije preocupada, utilizando el apodo que le había puesto desde que era una niña.

Ella me miró con una sonrisa falsa en los labios y se limitó a responderme:

– No, no pasa nada. Solo son malos recuerdos, de cuando viví en la Guerra Civil.

De repente mi curiosidad se encendió como una bombilla, su cara y la expresión de terror que la inundaba aumentaron mis ganas de saber el por qué de aquella reacción. Siempre me había gustado escuchar historias antiguas de mi abuela, pero todas giraban alrededor de como mi abuelo y ella se habían conocido, o simplemente eran anécdotas de mi madre y mis tíos. Pero esto era más que eso. Era un recuerdo amargo. Algo que ella enterraba en lo más profundo de su cabeza con la esperanza de que con el tiempo no fuera tan duro o simplemente...desapareciera. Era una parte importante de su pasado y por absurdo que pueda sonar, quería que la compartiera conmigo. Además también me interesaba saber como había podido afectar una contienda de semejante calibre a una pequeña ciudad como era y es Ceuta.

– ¿Yaya? - le pregunté reticente.
– ¿Si?
– Te...¿te importaría contarme como fue?
– ¿Cómo fue el qué? - dijo enarcando una ceja.
– Tu...tu vida durante la guerra.

Me miró de frente extrañada, y acto seguido sonrió. Una sonrisa que ahora si era auténtica y que reflejaba las ganas de traspasar experiencias para que no se perdieran en el olvido.

– ¿De verdad no te importa escuchar viejas historias de tu anciana abuela? - dijo avergonzada.
– ¡Para nada! - sonreí, le cogí suavemente la mano y la miré, dispuesta a escucharla hasta donde hiciera falta.


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