Reflexiones.

Cuando estás solo en tu habitación, te sientas miras al techo, puede que con un cigarrillo en la mano, puede que no, pero siempre llegas al mismo punto. Pensar.
Piensas en tu vida, en todo lo que te ha pasado, en todo lo que puede estar por venir, que no se como ni por qué siempre tiene algo malo.
Miras a un lado, luego al otro, suspiras y cierras los ojos. Empiezas a recordar.
Eras pequeña/o, todo era fácil, nada tenía complicaciones ni te rayabas por nada, simplemente lo tenías todo hecho.
Los abres y te das cuenta de que ya no es así, ahora eres mayor y tienes responsabilidades.
Los primeros pasos solo, las primeras desilusiones, los primeros amigos...amigos que luego se van pero que sin embargo sigues pensando en ellos, sigues preguntandote: ¿Qué carajo habrá sido de ellos? ¿Se acordarán de mí?
Llegas a la conclusión de que has intentado ser la mejor persona con ellos y todos, casi todos, te han dado la espalda cuando más los has necesitado y aquellos que pensabas que estarían ahí para todo simplemente se han esfumado. ¿Buenos amigos? JÁ. Me río yo del buen concepto de amistad que tienen.
Un verano eres su mejor amiga, te gastas un pastón en ir a verlos por el mero hecho de estar apenas unos minutos con ellos por tener contacto y luego ellos no hacen nada por tí, haciéndote sentir que no has dado nada, que eres una basura de amiga.
Pero la verdad es totalmente contraria, has sido buena amiga y no ha servido de nada.
¿Ser buena? ¿Para qué? Si al final siempre tienes que ser una puta cabrona con el mundo entero.
Das vueltas por la habitación, apagas el cigarrillo y llegas a la verdadera conclusión que buscabas desde el principio.
LA VIDA ES UNA MIERDA Y CON ELLA, TODO LO BUENO QUE CREES QUE TIENE.










A pesar de todo estoy feliz de lo que tengo y he tenido, porque tengo certeza de que lo he dado todo por algo, voluntariamente, y he tocado la felicidad con los dedos durante cierto tiempo, aunque fuera enganñada.

De nuevo.

Otra vez esa sensación.
De nuevo el estómago se me anuda encogiéndose como un niño que juega el escondite.
De nuevo esos nervios previos. De nuevo esa emoción.
Hacía tiempo que me sentía hueca por dentro, que necesitaba expandir mis horizontes.
Hacía tiempo que buscaba desesperadamente lo que ahora me está pasando. Después de un tiempo dejé de perseguir aquella absurda fantasía, para centrarme en las cosas realmente importantes de mi vida.
Y un día sin más...¡ZAS!
De nuevo esa sensación. De nuevo esas mariposas en el estómago.
Y así, sin siquiera llegarlo a notar, me volví a enamorar.

TEQUIERO.