Estudiantes.


Estaba cansada, los párpados le pesaban cual bolas de plomo, y aún no había terminado la tarea. Llevaba toda la tarde trabajando sin parar e incluso había optado por saltarse la siesta que tan necesaria le era después de las clases.
Cuando acabó, cerró los libros y miró al techo, bostezó un par de veces y la inundó una extraña sensación de felicidad y traquilidad que hacía tiempo que no sentía.
Encendió rápidamente el portatil y abrió el messenger, unas cuantas ventanillas hicieron aparición y comenzaron a saludarla. La respuesta fue la misma para todos:

- ¿Qué tal?

- Bien, no se, estoy feliz. Hoy por fin me he concienciado y me he puesto a estudiar definitivamente. ¡Y lo he hecho!

Todos contestaban con risas y emoticonos esbozando una cara sonriente. Pero de todos esos comentarios escuetos fue uno el que realmente le llegó, uno que simplemente mostraba la verdad tal y como era:

- Estás contenta por el esfuerzo, pero más contenta estarás por la recompensa. Ese es mi lema.



© Macarena Soler Alba / 2010 - All rights reserved
.

N.N


Y allí estaba yo, sola, como de costumbre, esperando algo que nunca iba a llegar y que además era consciente de ello. No comprendía que la pandilla hubiera cambiado tanto en tan poco tiempo. Aún me acordaba de cuando eramos pequeños y jugábamos al escondite todos juntos, o cuanod bajábamos al patio en pijama y nuestras madres nos tiraban la cena por la ventana en papel de aluminio y comíamos juntos, todo para no dejar que el momento se acabara.
¿Y ahora?
Ahora era raro el día en el que pudiéramos estar todos juntos como antes, y la situación ya no era la misma. Cada uno iba por independiente y o bien estaba destrozándose la vida a base de porros, o bien desgraciándosela con el primero que le había dicho cuatro tonterías y ella le había abierto las piernas.
Todo había cambiado tanto que dolía, y yo era testigo personal de que todo se estaba yendo a la ruina, sus vidas, su juventud...todo.
Y yo seguía allí, sintiéndome como una extraña en un círculo de personas con las que supuestamente había pasado mi infancia.
Quería ayudarlos, pero yo también tenía problemas, y lo que menos me apetecía era que confundieran mi buena fé con ser una entrometida.
Así que seguí observando desde una esquina como las personas que había significado tanto para mi hacía escasamente 7 años llevaban sus vidas por caminos equivocados, a la espera de un futuro negro.


© Macarena Soler Alba / 2010 - All rights reserved.

Dudas.


- ¿Qué te ocurre? Hace días que estás rara conmigo.

Me miró y se quedó en silencio. Un silencio con millones de palabras implícitas que no hacía falta ser muy genio para averiguar.

- Es cosa tuya.

Trató de huir de mí pero el miedo me carcomía por dentro. La agarré de la manga de su chaqueta y la volteé hacia mí, para mirarla a los ojos.

- Dime una cosa...¿aún me quieres?

El silencio se instaló entre nosotros, ella me volvía la cara y no respondía. Por suerte la conocía mejor que su propia madre y sabía que no tardaría mucho en decir algo.

- Yo...no lo se.

Y salió de la habitación, dejándome con la palabra en la boca y mil preguntas en el tintero.



© Macarena Soler Alba / 2010 - All rights reserved.

Espontaneidad.

Ambos estaban sentados frente a una jarra helada de la mejor cerveza escocesa de importación. Sin hablar de nada en particular, simplemente mirando al vacío.

- Yo sigo diciendo que estás enamorado.
- ¿Sigues con eso? - respondió él. - Te he dicho que yo no puedo estar con una persona a la que no entiendo. No soporto que me de una de cal y otra de arena.

Se recostó en el respaldo de la silla y tomó un sorbo de su espumosa. Su amigo levantó la vista y buscó su mirada, él le evitaba pero no le sirvió de mucho. Cuando sus ojos se encontraron su amigo le habló con una claridad aplastante, destrozando todo aquel argumento que el tuviera para exponer.

- Te voy a decir una cosa muchacho. No hay que entender a las mujeres, solamente hay que quererlas.



Macarena Soler Alba - 2010