Extracto - "Una muerte en cada puerto"


Oscuridad.
Intentó abrir los ojos, solo para darse cuenta de que ya los tenía abiertos. Una inmensa y desconocida oscuridad la inundaba dejándola en un estado de desorientación total. De indefensión.
Se levantó del suelo a tientas, palpando los ladrillos de la mohosa pared en la que se había despertado apoyada. Más oscuridad.
Sus nervios comenzaban a aflorar, las palmas de las manos le sudaban y el corazón amenazaba con salírsele del pecho sin previo aviso. Había algo en ese lugar que no le daba buena espina. Tenía razón.
A lo lejos se oyó un grito agudo. Un grito de dolor. De desesperación.
A ella se le erizaron los vellos de la nuca, el corazón le latía a ritmo acelerado e inconscientemente las lágrimas resbalaban por sus mejillas a causa del miedo y la inseguridad que sentía en la boca del estómago.
Estaba en peligro. Lo presentía.
Más gritos, esta vez seguidos por aullidos de dolor, quejidos y llantos.
Presa del pánico comenzó a correr en la oscuridad sin darle importancia a tener un tropiezo contra un muro o un abismo. Corrió. Inconscientemente los gritos salieron de su boca pidiendo ayuda y las lágrimas salían ahora a borbotones de sus ya enrojecidos ojos.
De pronto un muro infranqueable se cruzó en su camino haciendola caer de culo al suelo. Ella seguía llorando y gritando. Y la ayuda siéndole negada.
Comenzó a dolerle la cabeza, un punzante dolor en la sien derecha le arrancó un gemido de dolor. Comenzó a masajearse ambas sienes con la yema de los dedos en un vago intento por mitigar el dolor que le laceraba, cuando la oscuridad la inundó de nuevo, sumiéndola en la inconsciencia.


© Macarena Soler Alba/2009

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